Microrrelato: Él. Un tímido y su quimera.

Breve narración sobre una pasión cinéfila.

Microrrelato que trata sobre las venturas y desventuras de un tímido sumido en la peligrosa quimera de una pasión cinéfila.

Él, adulto y particular, vive en el retiro de la timidez. Sale los fines de semana, desde su profunda introversión, en soledad hacia la magia de los cines de media tarde. Compra su entrada y, mientras llega la hora de la sesión, toma un refresco notando la calidez de las conversaciones que los extraños mantienen en mesas cercanas. Luego, acomodado en su butaca, se olvida de sí mismo y vive el universo ajeno como si fuera propio.

Da igual que se trate de un cocinero vienés o de un adúltero amor con pasión, sensibilidad y mucha pluma. Poco le importa viajar a épocas pasadas o futuras. Lo que, en el fondo, desea cada vez que va al encuentro de un estreno esperado con ansia semanal, es que le ofrezcan autenticidad.

Con ese soplo de aire, llegará el lunes al trabajo y podrá ver con la luz del artista las costuras de la sociedad en la que, inevitablemente, está inmerso. Le resultará más fácil sortear los comentarios artificiosos y despertarán su risa los apuntes ingeniosos. Sin embargo, con la llegada del atardecer, cuando de regreso a casa haga balance del día, notará el extraño vacío de quien soslaya la guía de la vida en favor de la del arte.

Microrrelato: La escultura de Mahatma Gandhi. Una vida que rememora.

Breve narración que la evoca de la paz en tiempos convulsos.

Microrrelato en el que un paseante evoca, a través de su caminar entre parques, iconos de paz en un momento en que arde la guerra en Europa.

Él hace calentamientos. Los hace para ir al trabajo. Poco antes de entrar, cuando ya se huele el toro en las arenas del ruedo, se pone los zapatos por capote, aplicándose a caminar por las zonas colindantes. El autobús le ha dejado en un triste tramo asfaltado, donde antes disfrutaba de un café en el establecimiento ubicado a tal fin.

Sin embargo, ahora, dejando cafés y demás meditaciones sedentarias a un lado, camina y camina, pausado o acelerado. Camina y observa la lucha por la vida entre las gaviotas y las palomas, ve cómo tiritan las hojas de los árboles al menor soplo de aire, mira al cielo y pasea por los parques.

Es un día que hubiera sido estupendo de no ser porque ha estallado una guerra en pleno siglo XXI europeo, y él se acerca con ilusiones de paz al final del parque más significativo de cuantos hay en la zona. Atisba la estatua de Mahatma Gandhi y su memoria empieza a funcionar: recuerda al amor de juventud que sentía fervor por tal icono indio y se ve rememorando, a través del recuerdo de ella, el Imagine de John Lennon. Entonces, viendo ya de cerca la escultura, una paloma alza el vuelo y le trae a la memoria el dibujo que Pablo Picasso hizo, con pacífico simbolismo, de tal ave.

En una feliz individualidad, respira el aire del invierno tardío y, poco después, vuelve a caer en la realidad de que, en Europa, ha estallado una guerra.

Microrrelato: Las sombras de mi figura. Una premonitoria luz clara.

Breve narración sobre la recuperación de la identidad en la vida adulta.

Microrrelato que trata sobre la recuperación de la identidad en la vida adulta, pasada la odisea de los años que vieron desviarse el sendero en el bosque de la vida.

Camino hacia mí mismo. En la noche cerrada voy saliendo de la neblina de mi pensamiento, un sendero desviado en el bosque de la vida que me llevó alejarme de esa infantil identidad, el ser primigenio, aquel que creí ser para siempre, exultante de felicidad en la inocencia del amanecer a la vida. Pero, ahora, me veo ir hacia mí. A medida que me acerco, descubro que, pasada la odisea de los años, vuelvo a ser yo mismo. Y en la oscuridad de esta noche que es un amanecer en mi conciencia, veo las sombras de mi figura que se van acercando entre sí, una duplicidad de la personalidad que confluirá en sí misma, rodeadas de una premonitoria luz clara.

Crónica: Santa Eulàlia. Fiestas de la patrona de Barcelona.

Reflejo de las fiestas de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona.

Crónica de una tarde disfrutando de gentes nuevas en las fiestas de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona.

Sábado por la tarde. Hay cierta afluencia de gente en la zona de la catedral, donde nos hemos citado a través de internet un grupo de personas con la intención de disfrutar de las fiestas de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona. Se distingue fácilmente a la anfitriona de la actividad por su gorro azul de lana, tal y como nos había indicado.

Tras unos minutos de cortesía, el grupo ya reunido se adentra en la catedral, que hoy ofrece jornada de puertas abiertas, para poder ver la cripta donde reposan los restos de la santa y aprovechar para disfrutar por un paseo interior en la misma catedral. Un aura mística y recogida rodea nuestra asombrada visita a la zona del sepulcro. Después, todavía tenemos tiempo para disfrutar de la oportunidad de observar la ciudad a través de las fabulosas vistas que ofrece el ascensor que nos conduce a la zona superior del templo. Allí, a la intemperie, con la catedral bajo nuestros pies, conversamos y nos conocemos. Luego, el guardia de seguridad aparece para devolvernos a la conciencia de lo efímero de la visita.

La fiesta, sin embargo, empezará después, cuando nos acerquemos al Palau de la Virreina y veamos salir, desde allí, a las gigantas en procesión. Pero, una vez matado el gusanillo desde una privilegiada primera fila, nos decantaremos por algo más personal y compartiremos conversación en una cafetería cercana, descubriendo anécdotas y teniendo una impresión más cercana los unos de los otros.

Finalmente, regresa uno a casa con la sensación de conocer un poco más la esencia de la ciudad y el corazón de sus gentes. Completamente agotado, cenará y descansará en un plácido sueño.

Microrrelato: La identidad de su sexo. Adentrándose en los jardines.

Narración sobre el descubrimiento tardío de la identidad sexual.

Microrrelato que trata sobre el descubrimiento tardío de la identidad sexual, al encuentro de la esculpida belleza femenina.

Era sábado, un día invernal que le regaló una estupenda mañana de sol para su pequeña excursión. Nunca había estado en aquel parque, siempre limitado por las mismas zonas de la ciudad. Lo cierto fue que, cuando se adentró en él cargando con la pequeña bolsa que contenía agua, bocadillo y lectura para alargar la estancia, se alegró del buen rollo que reinaba entre jóvenes, turistas, amantes del yoga, maduras parejas, amigos tranquilos y algún, como era su caso, paseante solitario.

Fue adentrarse en aquellos jardines e ir descubriendo figuras esculpidas de femeninas esencias. Belleza en sí, la delicadeza de formas de aquellas mujeres pétreas le hacía preguntarse por su inaccesibilidad. Plantado ante una desnuda mujer rodeada de agua, observándola desde la distancia que le separaba de la hierba bien cuidada, se preguntaba si toda su vida en torno a la mujer no había carecido de aquella plenitud que, junto a ella, de una manera o de otra, en la comunión de sexo o en la del alma, hubiera existido si no hubiera despertado a una edad más temprana aquel adolescente deseo por el arte griego, por los artistas del Renacimiento y los filósofos que llevaron la luz a Atenas y, de allí, al mundo. Miró hacia el cielo, dibujó una sonrisa que le llevaba directo al Paraíso y descubrió, a una edad tardía, la identidad de su sexo. Diciéndose que aún quedaba trayecto por recorrer en esta vida que tanto se presta al juego de máscaras.