Microrrelato: Vivían en la ciudad del mar. Un amor.

Historia de un amor que surge en una ciudad costera y perdura a lo largo de la vida.

Microrrelato sobre una pareja que descubre su amor en la juventud y ve cómo, con el transcurso de la vida, este supera todas las fronteras.

Vivían en la ciudad del mar. Se lo dijeron tantas veces porque, extraños ambos a aquellas tierras antaño, fue allí donde se conocieron. Cruzaron sus miradas en un aula de la universidad, cuando él ya estaba concluyendo sus estudios y ella impartía ya sus primeras clases. Sí, los ojos de la profesora desde la tarima confluyeron con los del estudiante aventajado y rebelde en los bancos de los alumnos. Hacía tanto tiempo de aquello, cuando aún no habían descubierto las fluctuaciones de su relación, cuando tuvieron el primer despertar a la vida adulta a través de la conciencia del enamoramiento.

Y, sin embargo, tras las infidelidades de él, tras el nacimiento de la inquietud sentimental hacia la mujer en ella, crisis y heridas de las que resurgió su amor con la solidez de las lagunas cubiertas, de los misterios resueltos, confluían de nuevo, paseando en atardeceres mágicos por el puerto de Barcelona y rehacían el rompecabezas de su relación. Porque, al fin, sabían que lo suyo trascendía tentaciones terrenas y se lanzaba a la magia de lo inexplicable. Más allá de toda ciencia, hermanado con una magia de la que no tenían conocimientos y sí vivencia. Eran, ella, eran, él, una pareja completa.

Pensamientos: La virtud. Un proyecto de vida.

Reflexión del autor sobre su búsqueda de la virtud.

Pensamientos en los que, a través de la alteridad, el autor reflexiona sobre la virtud: madurez y sabiduría cuya admiración nació en la juventud.

Quizá, en la otoñal mañana de este verano extraño, uno tome el camino recto hacia la virtud. Se dice que esta es aburrida, que obstruye la diversión y nuestra característica picaresca. Pero, pienso yo repentinamente, abre el corazón.

La gente camina en calmada lentitud por la calle, con un aire de vacaciones veraniegas. Despreocupada. Tú, descubres que lo bueno, por sentido común, tiene toda la probabilidad de cobrar forma de madurez y sabiduría. Aquella misma sabiduría que admirabas en tu juventud. Descubres que los bienes materiales constituyen una fortaleza en la que cobijar el cuerpo y alimentar el espíritu con calmada tranquilidad. Pero también sabes que capitalismo abriga una trampa que ciega: la ambición, la prepotencia o, simplemente, una suspicacia ante quien no tiene lo que has alcanzado con el sudor de tu frente.

La gente transita calmada, a paso lento por la calle fresca en este verano extraño, y tú te empiezas a ver, de nuevo, centrado. Como si estuvieras empezando a cerrar el círculo que se empezó a dibujar cuando, con profunda clarividencia de juventud, te planteaste el proyecto de vida que seguirías durante tantos años.

Microrrelato: Hacer balance. Una oportunidad.

Una historia que hace balance de la pandemia como una oportunidad.

Un microrrelato que es a su vez una reflexión sobre el arte de hacer balance de una pandemia que va quedando atrás: el momento de repensar la vida y la naturaleza.

Alza la mirada, observa tu entorno. Busca el encuentro. Un largo periodo de desconexión. Carencias afectivas: pérdida de la socialización: vida en pandemia. Y va llegando un resurgir. Una vida que se quiere complementar con el ser cercano, notar el tacto de su piel, la humedad de su boca, el roce de sus formas. Reencontrarse con la caricia perdida.

Hace un año que a muchos no les ves, o les ves pero no les tocas. Cuando les ves, es sobre esa mascarilla que ya es un signo de los tiempos a quedar atrás. Todo tan poco natural como el aire contaminado que respiramos, tan artificial como ciertas relaciones que labra la era digital.

Reunidos de nuevo, vacunados de pandemias, recordáis cómo, de pequeños, veraneabais en esa España que dicen vaciada. Viaja la memoria a ríos y mares limpios en cuyas orillas quedabais magnetizados por el reflejo de la luz solar en el agua.

Es la oportunidad de tratarla de cerca de nuevo, de ir recobrando el contacto de la emoción más directa, del pensamiento en diálogo. Es el momento de revivir y retomar la oportunidad que creíste ahogada de entrar en las esencias de su intimidad. Es el momento de repensar la vida, de reconquistar el verde de la vegetación y el azul del cielo y el mar. Toca hacer balance.

Microrrelato: El poso. La vida en cuenta atrás.

Historia sobre el balance de la vida en la madurez.

Microrrelato sobre el hombre maduro que, en una suerte de balance de la vida, ve cómo ha entrado ya en declive y le toca, ya, valorar la vida en su cuenta atrás.

Me dijeron hace poco que, a mis cincuenta años cumplidos, debía dejar de tomar alcoholes fuertes, aunque fuera ocasionalmente. Me dijeron que me convenía caminar una horita al día. Nada de machacarse en el gimnasio: paseos a ritmo moderado pero constante. Me impusieron la responsabilidad de seguir una dieta blanda.

Hace pocos años, me implantaron dos muelas a precio de oro. También tuve mi primer episodio oncológico. Era obeso y no me comía un colín, con mi timidez añadida. De repente, ha pasado el tiempo, he adelgazado por prescripción médica y me veo bien ante el espejo. Salvo cuando miro fijamente mis ojos y penetro en mi esencia declinante. He ganado la sabiduría que me daría confianza ante vidas más jóvenes, pero he perdido el vigor físico necesario.

De tal modo, salgo un día a la calle, como tantos otros, hipnotizado por la belleza de la juventud y el equilibrio de la madurez, buscando, al alzar la mirada, un cielo no contaminado, esperando un haz de luz revigorizante sobre mi rostro. Y me digo que la vida sigue en su cuenta atrás, como un reloj de arena al que ya hemos dado la vuelta para que su contenido empiece a caer. Generando un poso, el poso de la vida.

Microrrelato: Vena sentimental. La humanidad recobrada.

Una historia sobre el amor revivido a través de la memoria.

Un microrrelato sobre el hombre de carácter duro que recupera la memoria de una vida sentimental pasada, recobrando su humanidad.

El tiempo estaba un poco gris. Sin embargo, se animó a salir a la calle, pensativo como estaba. Hombre por lo común frío, le había entrado cierta vena sentimental, absolutamente inesperada, aquella tarde de domingo que, en otras ocasiones, ya le hubiera llevado a pensar en el trabajo a la vuelta de la esquina con la llegada del lunes. Se preguntaba si, cuando la amaba por las mañanas, tanto tiempo atrás, había sido capaz de transmitirle todo su amor, si ella supo que, más allá de la masculina coraza de un carácter duro, estaba lleno de ternura por dentro gracias a ella.

Tantos años habían pasado y él no había recaído en el sentimiento romántico. Desengañado tanto tiempo, quizá porque por entonces se sintió vulnerable en su masculina frialdad, arquetipo de tiempos de antaño, hoy empezaba a notar una emoción viva en su interior. La fuerza de la memoria hizo presente la figura de aquella extraña amante a través de la ideación de la mente y, con los párpados cerrados y los ojos del corazón muy abiertos, sintió un escalofrío recorrer su interior. Ante sí escuchó el gorjeo de pájaros y creyó que eran ángeles. Abrió los ojos y vio que no eran más que un grupo de cotorras y palomas que se habían posado ante su figura. Miró al cielo y vio un claro. Le cayó una lágrima y se dio cuenta de que, ante aquellos pájaros, había recobrado su humanidad.